jueves, 20 de enero de 2011

Presentaciones de trabajos: días 17 y 18 de enero

El valiente grupo encargado de abrir la sesión de presentaciones ilustró a la audiencia estudiantil con su exposición sobre el sistema financiero mundial. Tras una "breve" introducción a los conceptos básicos necesarios para entender el entramado finanaciero, se pasó a describir a las instituciones más importantes, tales como el FMI o el BM. Más adelante explicaron las causas de la crisis en que ahora estamos inmersos. Por último expusieron sus conclusiones: el sistema financiero es un entramado muy complejo, debería existir más transparencia, la banca -en vez de ser de escala- podría basarse en el conocimiento, y, por último, lanzaron una pregunta al aire, para mi de fácil respuesta: ¿deben los estados intervenir en la economía? Visto lo visto, deben.

El segundo grupo expuso acerca de los movimientos antiglobalización. La diversidad en los opositores al proceso mundializador es una de las claves que nos quisiseron transmitir. Están los alterglobalizadores y los anti. Dentro de estos últimos tenemos a los reformistas, los radicales, los de alternativa, los socialdemócratas y los reaccionarios. También nos hablaron de la teoría de fases del capitalismo de un tipo que a algunos nos sonaba: Samir Amin. Y de otras muchas cosas de gran interés. Un gran tema el que eligieron.

El día 18 fuimos tres los grupos que expusimos. El primero trató sobre el desempleo en la Unión Europea. Hicieron una introducción a los conceptos, explicaron el funcionamiento de la Unión y sus instituciones, comentaron la precaria situación actual, dando las razones por las que tenemos tanto paro en España y lanzaron algunas propuestas para el futuro.

Después intervino el grupo que trató el tema del Cáucaso. El desarrollo de Georgia, Armenia y Azerbaiyán tras la desintegración dela URSS ha sido complicado. El petroleo en el suelo condena a los pueblos que allí viven al desamparo. Los grandes proyectos de las potencias para trasladar losr ecursos energéticos a sus paíese, tales como el oleoducto BTC, son una fuente de riqueza para estos países exportadores (en este caso sólo Azerbaiyán tiene oro negro). Y aquellos países geoestratégicamente situacdos para lucrarse agradecen este tipo de ideas, tal es el caso de Turquía.

Por último le tocó el turno a mi grupo. Desarrollamos lo que habíamos investigado sobre el sector primario de la economía. En especial la variante agroecológica que debe sustituir a la industrial tarde o temprano, cuando nos demos cuenta del desastre que supone poner los recursos básicos para nuestra supervivencia, la comida, al servicio del mercado y sus criterios de rentabilidad. Nos arrepentiremos. Esperemos que para entonces no sea ya demasiado tarde.

domingo, 16 de enero de 2011

¿Tiene salvación Europa?

Cuatro líneas argumentales europeas

Algunos economistas, entre ellos yo mismo, observamos los males de Europa y tenemos la sensación de que hemos visto esta película antes, hace una década en otro continente: concretamente en Argentina.

A diferencia de España o Grecia, Argentina nunca renunció a su moneda, pero en 1991 hizo la siguiente mejor cosa posible: vinculó rígidamente su moneda al dólar estadounidense, y creó una "caja de conversión" según la cual cada peso en circulación estaba respaldado por un dólar de las reservas. Durante gran parte de los años noventa, Argentina se vio recompensada con unos tipos de interés mucho más bajos y grandes entradas de capital extranjero.

Sin embargo, Argentina acabó cayendo en una persistente recesión y perdió la confianza de los inversores. Hacia principios de 2002, después de airadas manifestaciones y una retirada masiva de los bancos, todo se había ido al garete. El vínculo entre el peso y el dólar se rompió, mientras el valor del peso caía en picado; entretanto, Argentina dejó de pagar sus deudas y terminó pagando solo unos 35 céntimos por cada dólar.

Es difícil evitar la sospecha de que el futuro podría deparar algo similar a una o más de las economías problemáticas de Europa.

Tal como yo lo veo, hay cuatro modos en que la crisis europea podría remitir (y podría remitir de manera diferente en los distintos países):

- Resistir: cabe la posibilidad de que las economías europeas puedan tranquilizar a los acreedores mostrando la voluntad suficiente para soportar el dolor y evitar así el impago y la devaluación. Los modelos de conducta en este caso son los países bálticos, Estonia, Lituania y Letonia, que han estado dispuestos a soportar una austeridad fiscal muy dura mientras los salarios se reducen poco a poco con la esperanza de restaurar la competitividad (un proceso conocido como "devaluación interna").

Hasta cierto punto, los países bálticos han conseguido tranquilizar a los mercados, que ahora los consideran menos arriesgados que Irlanda, y no digamos que Grecia. Pero todos los indicios apuntan a que pasarán muchos años antes de que recuperen el terreno perdido.

- Reestructuración de la deuda: los inversores no esperan que Grecia e Irlanda paguen sus deudas por completo. Esperan alguna clase de reestructuración de la deuda, aunque ello no pondría fin de ningún modo al sufrimiento de las economías en dificultades. Fijémonos en Grecia: aun cuando el Gobierno se negase a reconocer toda su deuda, todavía tendría que recortar drásticamente el gasto y subir los impuestos para equilibrar su presupuesto, y todavía tendría que padecer el dolor de la deflación. Pero una reestructuración de la deuda podría terminar con el círculo vicioso de la caída de la confianza y la subida de los costes del interés, lo que convertiría la devaluación interna en una estrategia viable aunque atroz.

- La estrategia argentina completa: Argentina no solamente dejó de pagar su deuda externa; también abandonó su vínculo con el dólar, lo que permitió que el valor del peso cayese más de dos tercios. Y esta devaluación funcionó: a partir de 2003, Argentina experimentó una rápida recuperación económica impulsada por la exportación.

¿Seguirán el mismo camino uno o más de los países europeos con problemas? Para ello, tendrían que superar un gran obstáculo: el hecho de que ya no tienen sus propias monedas. Como señalaba Barry Eichengreen, de Berkeley, en un influyente análisis de 2007, cualquier país de la eurozona que insinuase siquiera que iba a abandonar la moneda, desencadenaría una devastadora retirada masiva de sus bancos, al apresurarse los depositantes a trasladar sus fondos a lugares más seguros. Y Eichengreen concluía diciendo que este obstáculo "procedimental" que impide la salida hacía que el euro fuera irreversible.

Pero también se suponía que la vinculación con el dólar de Argentina iba a ser irreversible, y lo que al final hizo posible la devaluación fue el hecho de que hubo una retirada masiva de los bancos a pesar de la insistencia del Gobierno en que un peso siempre valdría un dólar. Esta retirada obligó al Gobierno argentino a limitar el dinero que se podía sacar y, una vez que estos límites entraron en vigor, fue posible cambiar el valor del peso sin desencadenar una segunda retirada masiva. En Europa no ha pasado nada parecido (todavía). Pero sin duda es algo que está dentro de lo posible, especialmente a medida que el sufrimiento causado por la austeridad y la devaluación interna se prolongue.

- Europeísmo reavivado: a principios de diciembre, Jean-Claude Juncker, el primer ministro de Luxemburgo, y Giulio Tremonti, el ministro de Economía de Italia, desataron una tormenta con su propuesta de crear "eurobonos" que serían emitidos por un organismo de deuda europeo a instancias de los países europeos individuales. Como estos bonos estarían garantizados por la Unión Europea en conjunto, brindarían a las economías con problemas un modo de evitar los círculos viciosos del declive de la confianza y el aumento del coste de los préstamos. Por otra parte, esos bonos podrían exponer a unos Gobiernos a las deudas de otros (un inconveniente que los furiosos funcionarios alemanes se apresuraron a señalar). Los alemanes defienden con firmeza que Europa no debe convertirse en una "unión de transferencias" en la que los Gobiernos y los países más fuertes proporcionen ayuda sistemáticamente a los más débiles. Pero como demuestra la comparación entre Irlanda y Nevada, Estados Unidos funciona como una unión monetaria en gran parte precisamente porque también es una unión de transferencias, en la cual los Estados que no han quebrado ayudan a los que sí. Y resulta difícil vislumbrar un modo de que el euro funcione a menos que Europa encuentre la manera de lograr algo similar. Un fracaso del euro representaría un golpe posiblemente irreversible para las esperanzas de una verdadera federación europea. ¿Permitirán los países fuertes de Europa que eso suceda? ¿O asumirán la responsabilidad, y posiblemente el coste, de ser los guardianes de sus vecinos? El mundo entero espera la respuesta.

Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton y premio Nobel de Economía de 2008. Su último libro es El retorno de la economía de la depresión y la crisis de 2008. © The New York Times Magazine 2011. Distributed by The New York Times Syndicate. Traducción de News Clips.

 (Extraído del artículo ¿Tiene salvación Europa?, del 16 de enero de 2011 en elpais.com)

jueves, 30 de diciembre de 2010

Música y Realidad Social


El trabajo es un secuestro de nuestro tiempo
nuestra energia
Nuestro tiempo a la venta en el mercado laboral
a quien beneficia

Condiciona tu ritmo, marcando la pauta
de tu reloj vital.
Robandote tu tiempo cada dia desde que sales
Para ir a currar.

No somos pagados, recibimos migajas
de lo ke producimos.
Convertido en mero instrumento consumidor
de la produccion.

El trabajo asalariado, es el robo, al servicio del sistema
Tiempos de atraco, tiempo de robo, normalizado permitido y legal.

Y este gran mercado creciendo a costa tuya
recupera lo ke es tuyo.
Pelea por tu tiempo, combate el engranaje,
No seas una pieza más

Que el trabajo no sea lo que llena tu vida
no te dejes secuestrar
como respuesta a su atraco establecido
roba lo ke puedas

El trabajo asalariado, es el robo, al servicio del sistema
Tiempos de atraco, tiempo de robo, normalizado permitido y legal



Aunque con un poco de retraso, he decidido publicar una canción que tiene mucho que ver con el sistema económico que tenemos en la actualidad. Este tema, titulado Tiempos de Atraco, del grupo barcelonés Elektroduendes, describe una realidad ante la que pocos se paran a reflexionar. Siempre se ha dicho que el trabajo dignifica al hombre, que la actividad laboral sirve para dar sentido a la vida de las personas. No estamos aquí para contradecir tal afirmación, pero sí debemos matizarla. Si bien el trabajo es una de las actividades más relevantes en la vida de una persona, deja parcialmente de ser tan dignificadora en el momento en que el producto de dicho trabajo pasa a beneficiar a terceras personas. Lejos de obtener cada persona el rédito de las actividades laborales que realiza, la retribución se estima en un contrato firmado previamente que no suele ser coherente con el incremento de valor que ese trabajo supone.

“El trabajo asalariado es el robo al servicio del sistema”. Marx ya habló de la plusvalía, esa creación de valor que el trabajador consigue con su labor y de la que se apropia el empresario. En virtud del contrato firmado, el trabajador vende su fuerza de trabajo, renunciando así al usufructo de la actividad que realiza para contentarse con un salario que le aporta la seguridad de saber que al final de cada mes recibirá una suma económica que le permitirá dar satisfacción a sus necesidades. El empresario juega con esa necesidad de seguridad intrínseca a la naturaleza humana para arrebatar al trabajador lo que éste ha creado con sus propias manos. Eso sí, el trabajador se supone que cobrará el salario estipulado aunque la empresa para la que trabaja obtenga pérdidas al final del ejercicio.

La pregunta que cabe hacerse es si seríamos capaces de vivir con otro modelo que no fuera el del trabajo asalariado. Si los seres humanos podríamos producir todo lo que necesitamos e ir avanzando hacia una supervivencia cada vez más cómoda, cada vez más alejada de la incertidumbre, sin estar subyugados unos a otros. ¿Podríamos ser productivos con un modelo que no se basara en la explotación y en el apropiamiento de la riqueza creada por otros, sino cimentado en la autogestión y cooperación?

lunes, 27 de diciembre de 2010

ANÁLISIS: SI EL CONSUMO ES LA GASOLINA, ¿QUÉ PASA SI SE VACÍA EL DEPÓSITO?

¿Deflación?, sí gracias

El autor explica cuáles son los riesgos de la deflación y defiende la caída de los precios desde el punto de vista del decrecimiento económico.

JM RIVADENEYRA / Desazkundea [Decrecimiento de Euskal Herria]
Lunes 20 de diciembre de 2010.  Número 139  Número 140
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Ilustración: Le Corbeau.
La deflación es la pesadilla de los economistas. Es uno de los fenómenos que pueden aparecer durante las crisis de sobreproducción, como la actual: al haber más oferta que demanda, los precios en lugar de subir (inflación), bajan. El problema es que la deflación induce a reducir el consumo, ya que sale más barato retrasar las compras. Y el consumo es la gasolina de la economía capitalista: si no hay consumo, hay que reducir la producción y todos pierden: las empresas reducen sus ventas, las inversiones y su plantilla (y, a menudo, sus beneficios), los Estados su recaudación, y los trabajadores acaban en el paro.

Si en una crisis se llega a producir deflación, se entra en una espiral de destrucción del tejido productivo y ahondamiento de la crisis de la que es muy difícil salir. Es lo que le ocurrió a Japón en los ‘90 en lo que se conoce como la “década perdida”. De esa experiencia no ha salido ninguna fórmula para combatir esta situación. De ahí el pánico a la deflación. Todo este análisis está hecho asumiendo que la única forma de mantener sana la economía es creciendo.

Pero si dejamos de lado el dogma del crecimiento económico, la valoración que se hace de la deflación es muy distinta. Si en lugar de asumir que el objetivo del sistema es maximizar la producción, partimos de que su objetivo es satisfacer las necesidades de la población, todo cambia. Desde esa perspectiva, la deflación se ve como un mecanismo corrector de la sobreproducción al racionalizar el consumo, ya que, en un escenario de deflación, el consumidor tiende a ajustar su consumo a lo necesario.

Y si se consume menos, también se producirá menos, llevando al sistema productivo a su dimensión adecuada. Pero la banca y sus gobiernos no lo ven así, y en lugar de redimensionar el sistema económico, se le quiere devolver a la sobreproducción que ha desembocado en cataclismo.

Por tanto, la deflación en sí no es mala, sino todo lo contrario. Pero, ¿cómo evitar el aumento del paro en una economía en recesión? La respuesta es evidente: repartiendo el trabajo. Los avances técnicos hacen que se necesite mucho menos trabajo que hace décadas para producir lo necesario para satisfacer las necesidades de la población, pero seguimos trabajando las mismas horas diarias que hace casi cien años. ¿Para qué? Para mantener el crecimiento, aunque hace tiempo que éste no sea necesario ni deseable en el mundo occidental. No es necesario, porque producimos más de lo que necesitamos. Y no es deseable porque es materialmente insostenible en un planeta que tiene sus recursos limitados, y porque condena a la población a repartir su vida entre el trabajo para producir y el consumo para sostener esa producción, sin dejar tiempo para un ocio dedicado a las relaciones familiares y sociales, las actividades culturales, lúdicas, etc. Hay que aplicar la técnica no para producir más, sino para hacerlo mejor, en menos tiempo y sin destruir empleo.

Otro aspecto que aterra a los detractores de la deflación es la pérdida de valor de los bienes acumulados, cuyo precio desciende con el tiempo. Pero no hay tal pérdida si el valor que damos a las cosas es su valor de uso y no su valor de mercado. Para entender esto, un buen ejemplo es el de la vivienda.

A quien la compra para vivir en ella, le da igual el valor de mercado que pueda alcanzar su vivienda, puesto que necesitándola para vivir no la va a vender. Y si la vende, el dinero que ingrese será equivalente al que se gaste en comprar otra. Sólo hay pérdida de valor para el especulador que compra una vivienda con la única intención de volver a venderla más tarde y obtener con ello un beneficio, y no para vivir en ella. Uno de los grandes vicios de este sistema es haber convertido absolutamente todo, incluso los bienes de primera necesidad, en mercancía. Sobre esa deformación la deflación tiene un efecto purgante: expulsa del sistema económico los elementos especuladores y no productivos, pues éstos dejan de tener el aliciente de comprar y acumular bienes para revenderlos cuando los precios hayan subido lo suficiente, dado que los precios, en lugar de subir, bajan.

En definitiva, la deflación es una bendición para la economía, un mecanismo de ajuste que redimensiona el sistema productivo y el consumo ajustándolos a los niveles necesarios, y que castiga al sector improductivo de la economía que son los especuladores, encabezados por la banca. Estos ajustes son muy necesarios cuando llevamos décadas aumentado irracional e insosteniblemente el consumo en los países ricos para poder seguir alimentando el crecimiento.

Si no entendemos así la deflación y no reaccionamos en sintonía, reduciendo la producción y el consumo y repartiendo el trabajo, lo vamos a pasar todos muy mal. El edificio económico que hemos habitado en el último siglo se derrumba. Ante ello tenemos dos opciones: intentar el imposible de apuntalarlo insistiendo en las fórmulas de siempre o desmontarlo ordenadamente, apostando por el decrecimiento. De momento, los gobiernos han optado por lo primero, y los cascotes ya están cayendo sobre nuestras cabezas.

martes, 21 de diciembre de 2010

Desigualdad líquida


Judío y polaco. Este binomio aplicado a una persona que nació en 1925 no puede sino conllevar tragedia. No obstante, Zygmunt Bauman, pese a haberse visto obligado a exiliarse en dos ocasiones –primero por la persecución nazi y más tarde por las purgas soviéticas-,  supone una excepción a la regla. Este sociólogo nacido en Poznan es una de las figuras más reconocidas de su disciplina en la actualidad. No por los premios que acumula  -el último ha sido el Príncipe de Asturias-, sino por la riqueza de los conceptos que ha acuñado.

Si por alguna idea es conocido Bauman, es por la de modernidad líquida. Ése es el punto central de su teoría y, como no podía ser menos, alrededor de él giró la conferencia que dio en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UCM el pasado viernes. Bauman explica el concepto de modernidad líquida mediante la contraposición de la etapa anterior: la modernidad sólida. 

Vivíamos en un mundo sólido porque todo era mucho más rígido. Económicamente hablando, las empresas dependían de sus trabajadores para prosperar, al igual que éstos dependían de aquéllas para sobrevivir. Esto obligaba a ambas partes a entenderse, capital y mano de obra representaban las dos caras de una misma moneda, inseparables. Sin embargo, la liberalización de los mercados y el proceso de mundialización desequilibraron la balanza. Se elevó una de las dos partes, relegando a la otra a una posición de sumisión. Esto es así porque la desaparición de las fronteras mercantiles permitió a los dirigentes de las empresas cambiar la localización de sus centros de producción, que aprovecharon para llevarse sus fábricas a países con legislación laboral menos exigente. Así consiguieron ahorrar enormes cantidades de dinero en costes de producción, al recortar en gran medida los gastos salariales. De esta forma, la cruz de la moneda –la mano de obra de los países desarrollados en los que antes se situaba la producción- perdió gran parte de su capacidad de presión. Sus armas para alcanzar sus intereses se volvieron en su contra, pues el hecho de hacer una huelga traía consigo el riesgo de que los propietarios decidieran trasladar los centros de trabajo a otras latitudes menos combativas.

Henry Ford, creador del modelo de producción basado en la cadena de montaje, vivió en la etapa de la modernidad sólida. Una de las razones del éxito de este fabricante de automóviles fue el que doblara los salarios a sus trabajadores. Ford se dio cuenta de que le merecía la pena reducir en parte los beneficios de su empresa a cambio de obtener la seguridad de que sus subordinados no se fueran con la competencia. Este ejemplo demuestra esa relación de dependencia mutua que existía anteriormente: Ford necesitaba a sus trabajadores para producir sus coches, y los trabajadores necesitaban a Ford para alimentar a sus familias. Hoy en día esa relación se ha roto. Ahora una de las partes tiene el poder de manejar la incertidumbre. El trabajador de un país desarrollado ha perdido gran parte de sus herramientas para reivindicar mejoras en su nivel de vida. El empresario maneja hoy más que nunca la incertidumbre, pues tiene la posibilidad de trasladar su compañía a un lugar que le garantice mayores beneficios.
Esa falta de efectividad al reclamar los derechos sociales facilita el estrangulamiento del Estado del Bienestar al que asistimos en la actualidad. Mientras el capital fluctúa libremente, las personas somos consideradas como meros productores. Autómatas al servicio de la empresa para crear valor y beneficio. Esa mentalidad deshumanizada se entiende en el marco de la crisis de valores contemporánea. Aunque la desigualdad siempre ha existido, nunca como hoy se ha dado la falta de preocupación por el semejante. El individualismo exacerbado corroe las relaciones sociales, reduciéndolas a simples transacciones donde ambas partes obtienen algo a cambio. La lógica del capital se ha convertido en el nuevo credo y el hereje que disiente es condenado al reino de los locos.

“¿Cuántas personas tienen que vivir en la miseria para que una sola sea rica?”. Bauman citaba así a José Saramago para denunciar la grave situación de inequidad que existe en el mundo. Con la modernidad sólida las diferencias entre personas ricas y pobres dentro de los países desarrollados se reducían, mientras que la distancia entre Estados avanzados y en vías de desarrollo aumentaba. Ahora, con la era líquida, las dinámicas se invierten. Las economías nacionales se igualan, los países emergentes aumentan su producción de riqueza gracias a las inversiones de los capitales occidentales, pero se acrecientan las desigualdades interiores, los ricos de los países del Norte cada vez acaparan más frente a sus compatriotas pobres. Para demostrarlo Bauman pone un dato sobre la mesa. Anteriormente el 1% más acaudalado de la población de EEUU poseía el 8% de la riqueza nacional. Ese mismo 1% de población aglutina hoy el 23% de la riqueza. Esto quiere decir que las diferencias económicas dentro de la primera potencia mundial se han triplicado. No parece muy razonable que una sociedad tan avanzada como la actual, en la que se utiliza la más puntera tecnología, y que ha sido capaz de instrumentalizar el entorno subordinándolo a la satisfacción de las necesidades humanas, sigan aumentando las desigualdades entre las personas. Nunca en la historia la humanidad había sido tan productiva –el PIB mundial de 2009 fue de $58,228 billones-  y, sin embargo, 2.800 millones de personas viven con menos de dos dólares al día.

Y es que los gigantes avances tecnológicos –una de las principales causas del gran incremento de la riqueza mundial- que hemos vivido a lo largo del último siglo -y sobre todo en los últimos 30 años-, en vez de contribuir al bienestar humano, parecen destinados a aumentar el control sobre los individuos. Los teléfonos móviles, por ejemplo. Es cierto que facilitan enormemente nuestra vida al permitirnos localizar a una persona en cualquier momento, pero eso mismo provoca también que estemos localizables todo el día para nuestro jefe. Como dice Bauman: “llevamos 24 horas el despacho a cuestas”. Similares argumentos se podrían alegar sobre otras tecnologías como los ordenadores e Internet. Éste último, instrumento de incalculable potencial debido a su carácter democratizador –como ha demostrado Wikileaks-, probablemente no tardará en caer preso de las aspiraciones del poder, nada interesado en la existencia de resquicios que puedan hacer tambalear su posición dominante.

No obstante, pese a todos estos factores, Zygmunt Bauman no pierde la esperanza. Su optimismo reside en que la humanidad, que por sí sola no parece darse de cuenta que el sálvese quien pueda no es el camino correcto, pronto se verá obligada a cambiar. “Para continuar con nuestro ritmo de vida actual necesitamos cinco planetas en vez de uno”. Estas palabras del sociólogo polaco hacen referencia al agotamiento de La Tierra. Nuestro planeta se resiente, tras más de dos siglos de revolución industrial no parecen quedar ya muchos recursos por exprimir, por lo que nos veremos forzados a limitar el crecimiento productivo. Tendremos que frenar la constante creación de nuevos bienes, lo cual no tiene por qué ser una mala noticia. Así tendremos más tiempo para disfrutar de los que ya tenemos. Y puede que la modernidad vuelva a solidificarse.

viernes, 17 de diciembre de 2010

¿Qué he aprendido?

Al hacerme esta pregunta lo primero que me viene a la cabeza no son conceptos teóricos adquiridos típicos de la materia que da nombre a la asignatura. Lo primero en lo que pienso es en haber participado en un proyecto educativo diferente. Esta es una clase distinta a las demás en muchos aspectos. En primer lugar, no da la impresión de que el profesor esté juzgando a los estudiantes en todo momento, maquinando en su cerebro la nota que debe poner a cada uno, como parecen hacer muchos otros docentes. Se agradece comprobar que existen alternativas a la hora de impartir una clase, más allá del llegar a clase, soltar una parrafada de apuntes e irse sin intercambiar ni una palabra con los alumnos. Además, el hecho de evaluar el trabajo continuado a lo largo del año, en vez de hacer una prueba puntual como un examen, me parece bastante más efectivo. Al fin y al cabo, cuando existe un examen, inconscientemente atendemos al profesor solo cuando explica algo relacionado con él, es decir, cuando da apuntes susceptibles de entrar en el examen. El hecho de que no exista esa prueba otorga un sentido global a las clases, que no tienen como fin el aprobar un examen sino el disfrutar del placer que da adquirir nuevos conocimientos.

Por supuesto, también he aprendido cosas relacionadas con el sistema económico mundial, ya sea en las clases cuando intercambiamos visiones sobre la realidad económica actual, o cuando realizo tareas relacionadas con la investigación grupal.

En definitiva, es muy de agradecer el que existan modelos alternativos de enseñanza, que huyen de la comunicación unidireccional y permiten a los estudiantes expresarse más allá de los típicos cauces como los exámenes.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Alarma: Controladores aéreos en paro

Hoy recojo un texto escrito por una controladora aérea en el que muestra las razones por las que su colectivo decidió tomar las drásticas medidas del viernes pasado. Su manera de expresarse no es la más educada, hecho que yo interpreto como muestra de la rabia que acumula en su interior por la situación de su colectivo, que ella ve claramente agraviado.

Tenga quien tenga la razón, me parece importante dar voz también a la otra parte, ya que los medios de comunicación no parecen interesados en mostrar otra opinión que la de los partidos políticos mayoritarios.

Es obvio que los controladores hacen uso de su posición estratégica para presionar al Gobierno y así hacer cumplir sus demandas. Pero, atendiendo a las condiciones que tienen actualmente, es entendible su indignación. Aunque, por supuesto, también se comprende a los miles de pasajeros que perdieron sus vacaciones. La pregunta es, ¿hasta dónde es legítimo que los controladores utlilicen su capacidad de presión, teniendo en cuenta que haciéndolo perjudican a un gran número de personas que nada tienen que ver con el tema? Leed y juzgad vosotros mismos.




En lugar de leer los periódicos pagados por el gobierno lee el Boletín Oficial del Estado, ahí está todo y luego decides lo que te crees y lo que no.
 Otro dice que vivimos en un estado de derecho. Pues va a ser que no. El primer decreto ley que nos cascaron anuló nuestro derecho a la negociación colectiva violando la Constitución. Pues ahí está.
Me abren dos expedientes disciplinarios por escribir una mariconada de blog. Tengo dos juicios pendientes, que cada cosa que vosotros tenéis por ley yo tengo que ganarla en los tribunales y eso si tengo suerte, que si no me jodo, porque soy controladora y no se me aplica ni de coña la misma justicia que a vosotros lo creáis o no.
Mis huelgas las pactan sindicatos en los que no hay ni un controlador y me nombran servicios mínimos del 120%. Si eso es tener derecho a la huelga que baje dios y lo vea.
Ponemos a la opinión pública en nuestra contra: mentira, siempre lo ha estado porque nadie se ha molestado en escuchar los argumentos y datos que llevamos dando un año. Sólo oyeron 360.000 y no pasaron de ahí.
¿Para qué cojones creéis que nos han cascado tres decretazos y una orden ministerial?
En el primero nos ampliaron la jornada por el morro en seiscientas horas al año, que está de puta madre.
Nos crujieron el sueldo y resulta que todos sabéis lo que yo gano porque lo dicen en la tele. Pues tampoco es verdad ni por los cojones. No gano 200.000 euros al año por mucho que diga el ministro. Ni eso ni la mitad.
Si os molestaseis en mirar mejor, veríais que hace nada la directora de navegación aérea se soltó el moño diciendo que pedíamos más dinero saliendo de una reunión de la que existe un acta en la que no figura semejante petición. Un juez la obliga a retractarse, pero vosotros sólo oís lo que os da la gana. Y somos los malos para variar. Y de éstas hay mil.
Hemos presentado cientos de demandas por incidentes de seguridad, por irregularidades de todos los calibres. Van a parar al fondo de un cajón. Estamos recurriendo a tribunales europeos porque lo de España es el coño de la Bernarda.
En el segundo decretazo nos quitaron los descansos y se concedieron barra libre para ponernos a currar como animales y nos obligan a estar disponibles 365 días al año, 24 horas al día. Esto se lo comento a los médicos que me dicen gilipolleces, que ninguno curra todos los días.
Me obligaron a trabajar doscientas horas al mes a turnos de mañana, tarde y noche. Y para el subnormal que dice que trabajo como todo el mundo 40 horas a la semana, eso son 160. O sea, que yo trabajo el equivalente a cinco semanas en un mes de cuatro, cuando por ser trabajo a turnos debería currar bastante menos.
Al que le salga de los huevos que se lea cualquier estudio del efecto del trabajo a turnos sobre el organismo. La mitad de los que me ponéis a caldo dormís mal dos días y estáis hechos una mierda. Yo llevo haciendo turnos sin rechistar catorce putos años, así que no me jodáis.
Y es muy fácil imaginar mi curro desde vuestros sofás, durmiendo ocho horitas cada noche. Si venís a currar conmigo a turnos un mes en una semana no podéis con vuestros huevos.
No somos controladores suficientes, y es lo que hay. No damos abasto coño. No os queréis enterar. Nos exigís currar todos los días para tener vuestros putos puentes y vuestras putas vacaciones. ¿Dónde cojones dice que seamos vuestros esclavos? ¿Por qué vosotros tenéis todos los derechos del mundo y nosotros NINGUNO?
A pesar de que nos aumentaron un huevo las horas, como los de AENA son unos inútiles nos hicieron currar como putas en verano y se quedaron sin sus propias putas horas. Y yo no puedo trabajar por encima de lo que estipula la ley porque me meten en la cárcel.
Solución: otro decretazo, el de hoy, que hace desaparecer vacaciones, bajas, permisos, reducciones de jornada por maternidad etc y así salen horas por un tubo. Y con efecto retroactivo, que ya es para cagarse.
Vuestro puente de puta madre, y yo curro dieciséis meses al año.
Me decís que pobrecitos vuestros parientes, que no podéis ir a verlos. Yo he tenido UN fin de semana libre en nueve putos meses. Han operado a mi madre tres veces y la he visto cinco días.
Y os atrevéis a decirme que vuestras familias son más importantes que la mía.
Y ahora viene la mierda de los militares. Somos dos mil civiles, y no hay ni doscientos controladores militares aprovechables para hacer nuestro trabajo. Controlar no es conducir, y para que un militar haga mi curro tiene que saberse mi espacio aéreo, mis procedimientos, la geografía de mi zona de pe a pa. O sea, que necesita un par de mesecitos o más. Sin contar con que yo muevo sesenta aviones a la hora y ellos no pillan ni la cuarta parte. Por no decir que van tiesos de inglés para vuelos comerciales (…)
El que quiera ser un esclavo que lo sea, no me contéis que vuestros curros son peores,  espabilad y luchad en lugar de lloriquear, pero yo defiendo el último derecho que me queda, que es el de pelear por recuperar mis derechos (lo que vosotros llamáis privilegios, que manda huevos) y mi dignidad profesional y personal.
Y si lo consigo bien y si no me largo del curro. Haceos controladores vosotros y así os curráis los puentes unos a otros y tan ricamente. Os va a encantar.
Mola que sólo a una persona le haya llamado la atención que en todo este tiempo no se haya oído a los controladores. No nos dejan hablar en la tele ni salir en los periódicos porque al Gobierno no le interesa que se conozca nuestra versión. Sólo tenéis la suya.

http://controladoresareosyotrashierbas.blogspot.com/2010/12/ver-si-nos-entendemos.html